La noche antes a que Emilio se volviera para España nos juntamos todos en casa de unos amigos que tenían patio trasero y barbacoa para celebrar la última fiesta del muchacho como erasmus. Fue una noche de risas, trucos de magia, música improvisada...pero sobretodo de borrachera.
Mientras algunos de los allí presentes nos entreteníamos poniéndonos pinzas en la ropa y la orejas (ejem, ejem...), Ana se dedicaba a la botella. Para cuando nos quisimos dar cuenta estaba apoyada en una pared con sonrisa tonta en la cara y los ojillos medio llorosos, en modo un bipolar: "Qué guay la fiesta/ Qué pena que se me va mi compi de piso, el granaíno de Málaga". Nosotros, como cualquier buen amigo hubiera hecho en nuestra situación hicimos lo más adecuado para su integridad, sacarnos cada uno una foto con ella como si estuviera en un photocall.
La fiesta duró hasta las siete de la mañana, porque claro, Emilio tenía que coger un avión... Que por cierto, si recordais esta entrada de aquí, nosotros nos fuimos a dormir dos horas a casa y luego fuimos de sorpresa a despedirle al aeropuerto con pancarta y todo.
PD: Aquella noche se fundó la hermandad Sinfonier, aunque en ese momento se limitaba al grito de "¡Sinfonier!" y la unión de los meñiques, luego llegó el resto del desvarío. Dudo que alguno lo recordeis muy bien, sobretodo Ana.