miércoles, 10 de noviembre de 2010

El día en que creí que no viviría para contarlo


El sábado pasado decidí acompañar a Sergio y Felix al Decathlon. Comprobamos la ruta más corta con el google map, y descubrimos que había una parada bastante cerca. Ilusa de mí, aún no sabía lo que nos deparaba el destino.
Cogimos el metro de día, pero con eso de que con el cambio de hora a las 6 es noche cerrada, llegamos a nuestra parada de destino en la más absoluta oscuridad. La megatienda está a las afueras de la ciudad, pero no nos esperabamos (bueno, Sergio sí, que lo había visto en el mapa) que el transporte nos dejara en mitad de un bosque. Os juro que aquello parecía el escondrijo de una base militar.
Así que preguntamos a un hombre al que estaban multando por subirse al metro sin billete como llegar al Decathlon, y nos dijo que teníamos que haberlo hecho mal, que eso estaba lejísimos. No nos dimos por rendido y empezamos a caminar. Más adelante nos encontramos con tres chicos que nos repiteron lo mismo y nos dieron indicaciones para llegar a otro hipermercado. Como no teníamos nada mejor que hacer seguimos andando, y nuestras esperanzas aumentaron cuando vimos el cartel de Decathlon en la lejanía. Así que guiándonos por él, cual estrella polar, comenzamos nuestro recorrido por la carretera, a oscuras, con olor a vacas (estabamos rodeados de vaquerías), perros ladradores (no llegamos a comprobar si poco mordedores) y suelos adoquinados. En ese momento yo ya creía que nos iba a atacar un violador-asesino en serie-secuestrador-perro-lobo y que al menos Ana sabría donde encontrar nuestros cadáveres ya que sabía a dónde íbamos. Pero al fin, después de media hora de miedo psicológico (mayormente infundido por mis absurdas teorías) llegamos al ansiado lugar, Decathlon.
Retomamos la vuelta con gran pesar sabiendo lo que nos esperaba hasta que en un cruce de caminos decidimos hacer caso a Sergio y tomar otro sendero, que ¡oh casualidad! nos dejaba exactamente en el lugar de inicio en menos de 10 minutos y por calles de pueblo.
Nuestro odio hacia los portugueses incrementó en un +20 en ese momento.

He aqui el relato de Sergio de la misma historia, con mapa incluido para que veais la vuelta que dimos.

P.D: Por cierto a la vuelta en metro decidimos parar en el Norteshopping a comer algo en el Burguer King, que no veais como nos lo merecíamos.

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