Hace años mi madre y una amiga aprovecharon el "Si lo compra ahora le regalamos... ¡OTRA!" de la teletienda para comprar una mini máquina de coser. Pasado el furor inicial de "cómo mola, vamos a coser este cacho de tela para ver cómo chufla" pasó a formar parte de los objetos olvidados del armario de los abrigos, hasta la semana pasada.
La susodicha |
A pesar de que este verano ya la había recuperado para hacerme la funda del sillín de Bea, no le había prestado demasiada atención, pero recientes sucesos, como el hecho de que algún vecino me robara tal funda (ya os contaré) o que tenía un bolso de piel-piel-piel, osea polipiel (minuto 1:30 para entenderlo, de nada), destrozado que quería aprovechar de algún modo, me llevaron a interesarme de nuevo por ese objeto tan injustamente abandonado.
Así soy yo, me gusta hacer punto, cocinar bizcochos y ahora, al parecer, coser a máquina. Estoy lista para despertarme un día y descubrir que soy una abuela.
Y ahora admirad mi creación, pasé de despiezar un bolso:
A crear una preciosa funda para mi eReader (y una funda de sillín, pero esa ya os la enseñare otro día, cuando os cuente la historia del robo, pesados):
Todavía me queda algo de tela, pero aún no he pensado que hacer con ella, tiempo al tiempo.